lunes, 3 de febrero de 2014

Vino viejo nunca olvida pedalear


Es mi ventana; el cristal de lágrimas
que se ciñeron contra la luna.
Tu piel morena el rastro de mis huellas.

Un sol de madrugada refinado en atardeceres
da fruto en mis noches sin tu olor;
da su fruta en tu rostro despertando
de un buen sueño, fiel y roto de tu voz.

Y en mis días compones con los ojos
y las notas vuelan blancas;
puras aves sobrevolando mundo.

Son árboles que se inclinan a tu pluma,
tierras que se abren para ser lecho de tus anclas.
Puerto de tu amor un solo beso
que se quedó en mis desvelos.

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