empecé a querer definir todo lo que
había pasado por alto en mis formas.
Cuando me enamoré de ti; yo
como todos, empecé a redefinir
los límites de cada palabra empezando
por tú,
subiendo hasta el alma
y bajando hasta el amor.
Y me di cuenta de que no hay nada que hacer
cuando hablamos de amor;
viene dado en sus seis caras.
Sales y entras de mi vida y yo
no me doy cuenta;
es lo mejor de ser aves,
todos los raíles de tu cuerpo
son despegables; toda tú
eres tan libre como un reloj jubilado.
Tus lágrimas no me llueven ya en poemas
porque me las bebo antes de que tomen forma;
tu risa no canta en el retiro con los ruiseñores
porque ya estás aquí, para qué pedirte que regreses.
Tu mirada sigue tatuando escalofríos
cuando acaricia mi cuello antes de besarlo,
y matarme a cosquillas.
Rastreando sonrisas eres el sabueso mejor adiestrado
y eso; me acorrala los miedos cuando duermo sola.
Adiestras hasta al aire
para que me arrulle antes de dormir;
la oscuridad se hace pequeña y no deslumbra;
la noche se hila en sueños contigo,
las palabras se nos esconden en algún reloj extranjero
y esperan a que me inundes con tus iris
mundo y medio en una vida que casi
acaba de empezar con tus pupilas.